jueves, 14 de abril de 2011

La sorpresa de mi esposa

Llevo cerca de tres años casado con Rosa. Los seis primeros meses de casados fueron maravillosos y después hasta la actualidad lo comparo como un día nublado, aun no tenemos hijos porque trabajamos y no podríamos ocuparnos del posible bebe que naciera. Mi trabajo absorbente, hace que llegue a casa solo a dormir, en cambio el trabajo de mi esposa es de medio día. Ella siente que no la atiendo ni personal y sexualmente, pues casi extenuado a veces le cumplo en la cama, a pesar que ella tiene un cuerpo formidable como una atleta olímpica. Ella tiene la piel blanca y muchos lunares en nalgas que me siempre me han enloquecido. Además es poseedora de unos hermosos senos redondos y unas piernas largas bien rellenitas, que a cualquier hombre lo perturbaría.
Una noche discutimos seriamente y Rosa salió a la calle muy contrariada y no regreso hasta más de las tres de la mañana, el punto principal de  la discusión fue que íntimamente no le hacía nada ya que ni la tocaba siquiera, yo siempre le eche la culpa a mi trabajo. Al día siguiente, conversamos y dialogamos sobre el asunto, le expuse que dentro de un mes tendría vacaciones adelantadas e iríamos a la casa de su abuela. Y allá lejos del bullicio de la civilización y del estrés buscaríamos nuevas tendencias sexuales más avezadas para disfrutarlas. A ella poco o nada le pareció esta idea interesante, pero supuse que después cambiaría  de opinión.
Una mañana llegue muy de temprano de trabajar a la casa porque no me sentía bien; busque a Rosa por todos lados en la casa y no la hallé, tampoco quise llamarla a su teléfono móvil para evitar alguna contrariedad en que ella estuviera haciendo. Fui a ducharme y al poco tiempo en la cama me dormí. A la media hora de dormir: unas risas y ruidos de pasos me despertó. Salí de la cama despacio y apoye mi oreja a la puerta para poder identificar de quienes  eran las risas, una de ellas era de mi mujer pero las otras dos eran de un hombre y de una mujer que desconocía. Ellos permanecieron unos minutos en la cocina conversando y probablemente tomando unos tragos, bueno no me intereso mucho porque ella casi siempre traía alguna amiga a la casa. Las risas eran cada vez más fuertes y escandalosas, me sentí tentando a salir, pero no sé porque razón permanecí aun de pie detrás de la puerta. Sentí que unos pasos se aproximaban a mi dormitorio, retrocedí busque ocultarme en algún lugar y no tuve mejor idea que meterme y ocultándome de bajo de la cama, la sabana grande que sobresalía me ocultaba bien. Fue Rosa, mi esposa quien ingresó, se fue de frente al baño que discretamente teníamos en nuestro dormitorio. Al cabo de unos minutos salió. La pude observar a través del espejo que se encontraba en la pared que teníamos frente a la cama, en verdad en todas las paredes del dormitorio hay grandes espejos incluso en el contra techo. Sin que ella lo notara levanté levemente la sabana que me cubría debajo la cama y la vi, aun estaba vestida con su bata transparente de dormir que se había puesto la noche anterior. Se podía ver el sujetador blanco que cogía sus senos y la finísima tanga roja que se introducía lentamente entre sus nalgas hasta tocar su ano. Se había cepillado los dientes, se había humedecido un poco el cabello y se había lavado la cara.
Sentada frente a la cómoda. Miró al espejo, sonrió un poco y empezó a maquillarse rápidamente, supuse que se cambiaría de ropa para salir a la calle, pero eso no sucedió. Mi corazón empezó a latir con fuerza no sé porque, pero me sentí algo nervioso allí debajo en mi escondite. La puerta se abrió repentinamente mientras ella se maquillaba e ingresó una mujer alta de cabellos ensortijados de color trigueña vestida con faldita muy chiquita con una blusa transparente y delgada que se podía ver sus dos prominentes senos redondos bien formados. Se detuvo detrás de mi esposa para ayudarla a que se peine y ésta de espaldas hacia a mí, le pude ver las comisuras de sus nalgas perfectas que se perdían entre su tanga debajo de su falda azulada. En ese instante tuve una erección repentina y profunda, un calorcito intenso recorrió mi cuerpo al seguir mirando esas nalgas muy suculentas. Me regaló quince preciosos minutos agradables de placer al verla de espaldas, pues mi imaginación hizo maravillas y mi pene estaba tan excitado a punto de reventar mi bóxer.
Una vez más me sentí obligado a salir de mi escondite, para tratar de identificar a esa portentosa mujer alta de muslos agradables y pantorrillas exquisitas. Pero en ese instante ingresó sorpresivamente el hombre que había permanecido en la cocina. Era un hombre de color, de baja estatura vestía zapatos deportivos, pantalón jean raido por el uso, tenía puesto una camisa veraniega y llevaba unas gafas negras que contrastaba con sus dientes blancos. Él se acercó a la mujer por atrás, tomándola por la cintura, empezó a besarla suavemente en los brazos, la espalda y tenía que empinarse para llegar al cuello. De repente sentí en todo mi cuerpo, una extraña sensación, difícil de comprender. La sangre en mi cuerpo recorría velozmente. Mi sorpresa, fue que mi esposa no se inmutaba en absoluto por la escena que podía ver a través del espejo. El hombre abrazaba muy suavemente a la blanquiñosa mujer y sus manos acariciaban sus nalgas y muslos, incluso tocaba la vulva diestramente. Esta escena me pareció tan excitante que mi erección iba tomando grandes proporciones. La mujer no dejaba de peinar a mi esposa mientras era acariciada por el pequeño mulato. Al rato el hombre retrocedió lentamente y se sentó en la cama justo encima de donde me encontraba escondido, se sacó el pantalón y su ropa interior raudamente y le pude ver a través del espejo un descomunal pene negro, medio dormido, que a duras penas se iba endureciendo.
Betty… ven, ven, acércate tengo algo para ti –pronunció el excitado negro con una voz de macho en celo.
Las dos mujeres instintivamente miraron al mulato que recostado al filo de la cama que izaba alegremente un pene de unos veintitrés centímetros con una cabeza bien grande, casi el doble de la que yo tenía. La tal Betty se acerco algo excitada y morbosa hacia aquel monumento que airosamente se estaba parando.
Oye Frank, otra vez tu cosita es tan maravillosa que me provoca chupártela –dijo la aludida acercándose.
Frank se acomodo bien en la cama y Betty con sumo cuidado empezó a besarlo suavemente y con sus manos delicadas tocaba las dos bolsas testiculares que colgaban junto al pene con gran entusiasmo. Rosa aun seguía sentada en la silla con la cabeza hacia la cama mirando la escena que ante sus ojos se desarrollaba mientras  que Betty seguía disfrutando con gran deleite introduciéndolo por su boca el carnoso y enorme pene. Frank acariciada con sus manos y haciéndola introducir más adentro hasta su garganta, pero no alcanzaba ingresarlo del todo. Luego Rosa se acercó algo tímida hacia la cama muy cerca de ellos. Pude ver a mi esposa a través del espejo, con la boca y ojos muy abiertos.
En ese instante no supe qué hacer: si salir o quedarme para ver qué sucedería después, pero me quedé, a pesar mío. Rosa parada frente a ellos observaba todo. Betty dejó de lamer el pene y con su mano jaló suavemente a Rosa hacia la cama y ella instintivamente se recostó de costado derecho viendo como el negro blanqueaba los dientes de gusto. Mi esposa con su mano derecha apoyaba su cabeza para no echarse del todo, mientras que su otra mano izquierda la metió entre sus muslos. Las piernas de mi esposa se movían y bailaban inconscientemente. Betty prendida nuevamente del ahora negrísimo pene como si fuera un caramelo seguía chupando una y otra vez metiendo hasta lo más profundo de su boca, parecía que el pene de Frank seguía erguido y creciendo, y  yo seguía excitado.
Me estire un poco más para poder ver a través del espejo, que otra cosa hacían. El negro se saco las gafas oscuras y en forma rápida se sacó la camisa veraneaba quedando boca arriba. Estuvo totalmente desnudo y excitado.  A través del espejo que se encontraba en el contra techo, observe que él se enseñoreo de la situación y Betty también desnuda se sentó sobre la enorme verga, lanzando grititos tan ricos y sensuales, apoyando sus manos sobre el pecho de Frank, que este aprovechaba para acariciar los senos de esposa. Ella al principio no accedía a las caricias, pero la escena que veía, la iba llevando a una excitación repentina que se le podía notar en su rostro. Sin darme cuenta, mi excitación también iba en aumento que me sentí bien allí, de donde atisbaba lo que ocurría arriba, en mi propia cama. La Betty seguía allí cabalgando mientras que el pene de Frank le escrudiñaba las entrañas, luego se detuvo, se levantó y se dirigió a mi mujer.
Querida chupa esta pinga que esta deliciosa –le ordeno Betty, ella le hizo caso.
Betty le dio espacio a mi esposa para que se atragantara con esa verga, no pude seguir observando lo que ocurría por que el enorme trasero de la Betty me tapaba. Escuche que Rosa le daba besitos una y otra vez, el negro se retorcía de placer y le hablo que se lo introdujera en su boca, yo no podía ver nada. Solo veía el culito rojo y dilatado de Betty que me tapaba la escena. Deseaba verla a mi mujer como chupaba semejante verga y como se desenvolvía en hacerlo, creo que Betty con sus manos le quitaba la bata, la tanga y el sujetador y después creo que la ayuda a introducirlo en su boca, a veces escuchaba que Rosa trataba de vomitar cuando de seguro que ya se lo había metido hasta su garganta. También escuche que le decía que le chupara las enormes bolas y que lo metiera en su boca, la cual ella obedecía noblemente. Hábilmente pude sentir que Frank se levantó bruscamente y con la ayuda de Betty tumbaron suavemente a Rosa boca arriba. El se sentó justo a la altura del pecho y friccionaba el pene entre los senos lanzando gritos de placer y complacencia. Betty seguía interfiriéndome el panorama. Pasaron más de veinte minutos en esa posición que  empecé a angustiarme por ver la cara que tenía mi esposa. Mientras eso sucedía Betty lamia magistralmente la vulva  de mi mujer, que  empezó a lanzar gemidos una y otra vez que inundaron mi conciencia de morbo y placer. Otra vez sin poder mirar sentí que él se paro en la cama retiró a Betty de donde estaba y se coloco justo encima de ella listo para dar las arremetidas correspondientes. No quise seguir mirando por temor a ser descubierto y permanecí allí escondido quieto sin moverme y sin hacer ningún ruido. Arriba mi esposa estaba siendo introducida una y otra vez sin compasión en forma salvaje, pues mi esposa lanzaba gritos y gemidos que lejos de sentir celos me satisfacía de una forma tan extraña. Permanecí varios minutos más así, sin poder ver, mientras que en mi imaginación veía como la enorme verga negra de Frank se enterraba y se clavaba en forma ininterrumpida en la vagina de Rosa, la cama se movía de un lado para otro sin parar y por su puesto los gemidos no paraban de cesar. Después de unos veinte minutos placenteros, los movimientos se calmaron en forma espontanea. Mi corazón latía con tanta fuerza que pensé que podían ellos escucharme y me asuste. Traté de atisbar nuevamente levantando con mis manos cuidadosamente la sábana blanca y apenas poder observar a través del espejo que Frank tenias las piernas de mi mujer sobre sus hombros, mientras su verga debía estar enterrada en su vagina, pues eso no se podía verlo, porque eso lo imaginaba que se encontraba allí.
Los ojos de mi esposa estaban blancos y respiraba en forma agitada. Hábilmente pude ver que Frank hizo que mi mujer se  sentara encima de él introduciendo toda su verga, con sus manos alzaba el cuerpo de ella y su propio peso: lo metía una y otra vez empezando otra vez los quejidos y gemidos recontra placenteros. Yo quede impresionado lo que le hacía. No podía dar crédito lo que veía, que una verga tan grande y cabezuda entraba con tanta facilidad en su vagina. Betty se entretenía chupando esos enormes testículos negros y velludos. De pronto sin avisar a nadie Frank  la cargo en esa misma posición y se bajo de la cama mientras la penetraba salvajemente. Increíble, no podía creer lo que veía, yo nunca había podido cargarla a mi esposa en esa posición. Ella estaba como desmayada a duras penas lo abrazaba para no caerse y no lo importaba nada lo que le hacía aquel negro menudito y chiquito que la cargaba. Ahora tenía una vista preferencial de la escena y veía como el pene entraba y salía con facilidad cada vez que la levantaba y la dejaba caer. Los líquidos vaginales salían chorreando por las piernas de él. No pude calcular cuánto tiempo estuvo así en esa posición, hasta que él se sentó sobre la cama sin soltar a su presa mientras chupaba los senos. No podía ver lo que Betty hacia, pero me imagine que debería estar acariciando la espalda de Frank. Baje nuevamente la sabana que colgaba de la cama y para no ser visto y me toque el pene que estaba muy excitado, mientras que arriba el negro seguía arremetiendo a mi mujer. Ahora la cama se volvió a mover con fuerza de un lado para el otro, de una manera más violenta, los gemidos de mi mujer eran cada vez  más prolongados. Imagine que deberían estar en otra posición. Y no me equivoque, cuando atisbe, levantando cuidadosamente la sabana. A través del espejo posterior vi que Rosa estaba en cuatro, con la cabeza enterrada debajo de la almohada, mientras que el negro sonriendo placenteramente hacia de las suyas de tras de ella. La cama pareciera que en cualquier momento se iría abajo aplastándome. Rogaba que eso no sucediera. En eso Betty se bajo de la cama y volví a esconderme  bajando la sabana. La cama se iba de derecha a izquierda una y otra vez. Los gemidos y gritos de mi esposa terminaron con un orgasmo indescriptible de placer al compas del grito placentero del Frank, que imagine había inundado de semen y por completo la excitada vagina.
Tras lo ocurrido permanecieron así en silencio varios minutos, mientras que yo también tuve una eyaculación inesperada que trate de evitar cualquier ruido. No podía ver nada, escuché que Frank le decía a Betty que se vistiera rápidamente para salir, al poco tiempo se despidieron de Rosa que permaneció allí tendida, imagino yo boca abajo. Antes de salir, ellos les prometieron que volverían mañana a la misma hora. Rosa acepto y les pidió a ellos que al salir dejaran bien cerrada la puerta, y así lo hicieron. Quince minutos más tarde mi esposa dormía profundamente. Pude salir silenciosamente con el bóxer empapado de semen. La mire y efectivamente estaba boca  abajo tal como el negro la había dejado y como la imagine. Me cambie como pude y salí a la calle.
Estuve como idiota más de dos horas caminando y tratando de digerir lo que había presenciado y lo que había sido capaz de realizar mi esposa sin restricciones. Por mi mente pensaba y me preguntaba quienes eran Frank y Betty, como las había conocido y por que volverían de nuevo al día siguiente. Pero me satisfacía y me excitaba de sobre manera al recordar todo lo que había visto y deseaba volver a verlos de nuevo al día siguiente. Al día siguiente por más que me puse de rodillas al jefe no me dio permiso a la hora que mi mujer se había citado con sus amantes. Llegue una par de hora más tarde y la encontré a ella que dormía profundamente, claro supongo que después de haber tenido una excitadísima faena sexual. Tuve cólera y rabia. Esa tarde estuve de muy mal humor, mientras que Rosa se le veía llena de vida y más complaciente en sus quehaceres domésticos. Y así continuo los días que vinieron con un carácter más dócil y amable conmigo, claro sin decirme nada de lo que le ocurría todas las tardes, porque cuando llegaba del trabajo la encontraba durmiendo muy extenuada. Yo sabía y me imaginaba lo que ocurría un par de horas antes. Una día antes de salir de vacaciones, al cual teníamos planeado ir de viaje a la cabaña de su abuela me dijo: Te tengo una sorpresa... alégrate vas a ser papá”.

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